Ciudad
Victoria, Tamaulipas.- En la conciencia colectiva aun persiste la imagen del
mexicano de facciones cobrizas como identidad y destino, quizás por eso anoche
Yalitza Aparicio apareció como la mejor expresión de orgullo y nacionalidad,
como Benito Juárez, el indio de Guelatao con la misma raíz que Cleo.
Alfonso Cuarón, aunque mexicano, se confunde
con cualquier extranjero en tierra mexica, y bien cabe en el estereotipo del
sajón hollywoodense, acostumbrado a los grandes reflectores y a las pasarelas
largas.
Pero Yalitza no, ella salvó el orgullo de los
prietitos, de los color café más que negro, con origen y destino, aunque su
destino traspasó las fronteras de lo establecido, y brilló más que Cuarón en el
plano internacional al explicarnos que Roma no se trataba del otrora imperio.
Esa fue la razón por la que anoche durante la
entrega de los Oscars, los mexicanos se sintieron atraídos por una fama que los
reflejó con Yalitza, en deseo insano tal vez, al agruparse otra vez, en morenos
y güeros, que los ubica de inmediato en la detestable idea de que no somos
iguales.
Ella, la oaxaqueña, también nos guiñó de
pronto con cámara en frente, de que se puede pensar en grande, de que se pueden
romper esquemas, y cortar los hilos que aún nos duelen por la infamia española,
al incrustarnos en el adn la condición servil del «sí señor»
De cualquier forma, gracias a Cuarón y a
Yalitza por mantenernos viendo en Tv azteca, la entrega de los premios al cine
más importantes del orbe, y que en esta ocasión hicieron somas más a México que
a Italia, Francia, y Estados Unidos, potencias del filme fifí.








