En un dramático giro de los acontecimientos, la tensión en Medio Oriente alcanzó un punto crítico con el lanzamiento masivo de misiles y drones desde territorio iraní hacia Israel, marcando el primer ataque directo contra el Estado judío por parte de Irán en respuesta al bombardeo del consulado iraní en Damasco a principios de abril.
El Pentágono ha confirmado que la ofensiva, anunciada como una represalia por el ataque en Damasco que dejó un saldo de trece muertos, fue lanzada desde múltiples frentes, incluyendo Irán, Irak, Siria y Yemen, donde Irán respalda a grupos rebeldes en su lucha contra Israel y Estados Unidos, especialmente en apoyo a los palestinos en Gaza.
El grupo chií libanés Hizbulá, considerado el aliado más poderoso de Irán en la región, ha estado involucrado en un intercambio de fuego con Israel desde el inicio de la guerra en Gaza en octubre pasado. Coincidiendo con el ataque iraní, Hizbulá lanzó una serie de cohetes hacia bases militares en el norte de Israel, desencadenando una nueva ola de violencia en la región fronteriza entre el Líbano e Israel, donde ya hay más de 150,000 desplazados y un número considerable de víctimas.
Los rebeldes hutíes en Yemen también se han sumado a la escalada, lanzando ataques con misiles y drones contra Israel y buques mercantes en el Mar Rojo y el Mar Arábigo, en un intento por dañar la economía israelí y sus aliados occidentales.
Por su parte, las milicias de la Resistencia Islámica en Irak han intensificado sus ataques contra bases estadounidenses en territorio iraquí y sirio, lo que ha generado preocupación por una posible confrontación directa entre Estados Unidos e Irán.
En este contexto de creciente violencia, los esfuerzos diplomáticos para contener la crisis se han visto obstaculizados, mientras que la amenaza de un conflicto regional de proporciones catastróficas se cierne sobre Medio Oriente.