Aunque es título de una saga de películas de Hollywood, en esta ocasión tal conjunto de palabras los usaré para describir un fenómeno que mucho se da en el entorno sociopolítico. De acuerdo con datos de Coneval, comenzaré por recordar que vivimos en un país con 46.8 millones de personas que viven en pobreza en México, lo que equivale al 36.3% de la población total del país.
Se ha trabajado en políticas públicas para aminorar la problemática pero los datos son fríos, por ejemplo, acorde a Marco A. Mares, la elevada inflación ha diluido el alza salarial y las transferencias económicas a través de los programas sociales, no han tenido la repercusión positiva objetivo, por la caída de los servicios públicos en salud y educación, por ejemplo. Los datos duros dejan ver que con todo y las buenas intenciones de beneficiar a los pobres, la condición de la mayoría de los mexicanos sigue en los diferentes niveles de pobreza.
La necesidad de millones se ven distribuidos tanto en el sector rural como en las urbes citadinas, donde generalmente son en el las zonas periféricas en las ciudades en donde se refleja más este fenómeno. Necesidad existe y por ello los gobiernos crean programas para satisfacer las diversas necesidades de la población más vulnerable.
Eso se aplaude ya que el reconocer nuestra sociedad desigual es algo que siempre debemos de tomar en cuenta, ¿pero que sucede cuando estos programas son sujetos a presiones políticas por parte de quienes los manejan? Algo que pasa a menudo y que no es privativo de una ideología o corriente política, en todos encontramos ejemplo de esto.
Y ni se diga llegando la época electoral, a la gente perversamente se les condiciona o amenaza para apoyar a tal o cual causa o si no les retiran los apoyos. Juegan con el hambre y la necesidad de los sectores vulnerables, con tal de favorecerse, algo que termina siendo de lo más ruin que puede haber.
Imagínense, los candidatos o sistemas presentándose todos cándidos, amables, de gran corazón y al mismo tiempo recurriendo a este tipo prácticas deleznables. Por eso la gente se harta, por eso la mayoría de los políticos siguen teniendo una imagen negativa, por eso seguimos en lo mismo. Prometen cambios y no cambian los círculos viciosos que nos mantienen en un llamado tercer mundo.
Aquellos que recurren a estas prácticas deberían recordar la reflexión de Bladimir Merino:
“Por ganar mienten y por mentir lo pierden todo”