Para dormir al bebé se necesitan los brazos, la cuna, los cantos y los cuentos, hasta que el niño queda profundamente dormido.
Algo semejante sucede con los que ya dejamos atrás los años infantiles.
Los candidatos/as y el presidente diariamente cuentan y cantan lo que la gente quiere oír, parece como si muchos quisieran y pidieran ser engañados, siempre arrullados, en letargo continuo, ilusionados y soñando en la llamada “esperanza de México”.
Quizás un fuerte ruido despierte al soñador o únicamente se reacomode para seguir soñando. Cuando su modorra pase, empezará a ver la realidad, será testigo de la falsa y tan cacaraqueada transformación.
Mientras se duerme, la realidad no se capta.
Sabemos que los caprichos están por encima de la voluntad del pueblo. El mandatario se contempla a sí mismo como la voz del pueblo, falsedad que lo lleva a decir: “lo que diga la gente”, “que sea el pueblo el que decida”, “yo ya no me pertenezco”, a sabiendas que al final las decisiones serán de él. Aprendamos que ningún gobernante ha sido, es o será la encarnación del pueblo.
Las mentiras se levantan más temprano que muchos mexicanos, nos mienten mientras dormimos. El señor presidente empezó con un promedio de 80 mentiras en cada mañanera (Organización Signos Vitales), llegó a las 100, según el Sabueso, de Animal Político y a las 103 de acuerdo con el registro de Spin-Taller de Comunicación Política.
El gobernante se alegra con los males que le pasan a los mexicanos, le quedan “como anillo al dedo”, la pandemia es un ejemplo.
En nuestro País la sangre salpica y chorrea, eso no importa al delincuente se le saluda y abraza, y eso es de lo que nos damos cuenta.
Las palabras “mañanera” y “demagogia” se volvieron sinónimos.
La “ayuda” económica a los pobres es una estrategia política para seguir en el poder, el señor que se adueñó del palacio tiene interés en mantener la pobreza, la ignorancia y el analfabetismo, son los cimientos que lo sostienen.
La burla, el cinismo, la crítica destructiva a las instituciones y el tratar de aplastar a los que piensan diferente, caracterizan al jefe del país.
Nuestra Constitución se encuentra en serio peligro y los derechos inalienables están en gravísimo riesgo.
Se desprecia desde la clase media hacia arriba, el mandatario de México los ve como enemigos.
Siempre se tienen “otros datos”.
Contamos con legisladores tan inútiles que no pueden cambiar ni una coma de lo que dice el presidente.
Los mexicanos estamos divididos, nos dividió AMLO.
Reina la inseguridad.
El señor que gobierna se siente infalible, de su mente solo brotan ideas definitivas.
Ingenuamente, muchos piensan que es el mejor presidente que ha tenido México, sin embargo, se le ha calificado como un “Desastre para los Derechos Humanos” (Forbes), nominado “como el tirano del año 2022” (Index on Censorship), declarado persona non grata (Congreso de la República de Perú). En una persona así no se puede confiar.
En la República del Ecuador, la policía entró por la fuerza a la embajada mexicana, si nuestro presidente fuera una persona respetable y respetuosa ¿usted cree que esto hubiera sucedido? Cuando la autoridad moral se pierde las consecuencias se vienen encima.
Una buena parte de los mexicanos -ojalá y no sea la mayoría- están adormecidos, hay un fanatismo político en torno al opio de México: AMLO, Claudia, MORENA y la 4T.
El opio provoca dependencia, optimismo exagerado, sensación de felicidad, e intensa alegría, todo ajeno a la realidad; ocasiona además somnolencia y zoncera, evita el dolor de las heridas, no las sana ni hace por sanarlas, así se puede seguir hiriendo, y no se tiene conciencia de ello, exactamente así es el actual gobierno.
Mantengámonos despiertos, los que aún están narcotizados por este nuevo opio ojalá y estén lúcidos para antes del 2 de junio. Si no despertamos Claudia hará suya la frase de Miguel de Unamuno: “Sí, démosle opio, y que duerma, y que sueñe”.