LOS NIÑOS HEROES ¿A QUIENES LES INCOMODAN?

Aunque todo septiembre es el mes patrio, son los días 13, 15 y 16 en los que se concentran las celebraciones cívicas y el mayor fervor nacionalista de los mexicanos.

 

Y es que, más allá de las consideraciones históricas y racionales que se puedan hacer sobre estas significativas fechas, los mexicanos en cualquier lugar del país o del mundo en que se encuentren, viven en estos días una especie de catarsis que les hace experimentar un estado de exaltación de la conciencia y el sentimiento de identidad nacional, pertenencia y amor a la tierra y a la cultura que los vio nacer y en el que viven sus padres y vivieron sus ancestros.

 

Pero, además, hay algo distintivo y especial en esta emoción patria, pues está acompañada de una actitud de desafío a todo lo en el pasado, en el presente o en el futuro, amenace o dañe a México.

 

El día 13 se revive la memoria del heroísmo y sacrificio de los adolescentes y jóvenes cadetes del Colegio Militar que defendieron hasta su muerte el Castillo de Chapultepec y la bandera mexicana en 1947.

 

Pero también, se reactiva el resentimiento contra EEUU que nos despojó en 1948 de la mitad de nuestro territorio.

 

Al mismo tiempo se remueve la aversión a un presidente (Santa Anna) ambicioso, incompetente y sin escrúpulos que, facilitó el avance de las tropas norteamericanas y que no supo defender ni militar, política y jurídicamente a México.

 

Pese a la importancia de este hecho tan traumático para la nación mexicana, siempre que ha convenido a los conservadores, la derecha, sus intelectuales e historiadores a su servicio, han tratado de diluirlo, atenuarlo, ignorarlo, desacreditarlo o francamente rechazar la veracidad y narrativa que los gobiernos nacionalistas y el pueblo han construido sobre este grave daño a la nuestra integridad territorial.

 

Durante el gobierno de Fox, un presidente con piel de populista, de mexicano y patriota, se puso en marcha una campaña contra lo que llaman el “mito”, la “leyenda” y las “mentiras” sobre los “Niños Héroes”. Fue orquestada desde palacio nacional pero ejecutada por los medios, la academia y los funcionarios que encabezaron las instituciones educativas.

 

Se dijo que no eran niños, que los obligaron a defender el Castillo de Chapultepec, que Juan Escutia no se lanzó al vacío para evitar que la bandera cayera en manos del ejército estadounidense, sino que se cayó accidentalmente de una barda al intentar huir de la batalla.

 

Esa nueva verdad histórica que Fox y luego a Calderón toleraron y alentaron, estaba determinada por su preocupación de incomodar a los conservadores nacionales y a sus socios y patrones extranjeros.

 

Sus oídos no soportan escuchar relatos patrios, plenos de luchas populares contra todo tipo de imperios, contra la intromisión de gobiernos extranjeros, contra una iglesia conservadora y de exhortaciones a la niñez, la juventud y a los mexicanos en general para rebelarse contra toda forma de sometimiento y abusos de los ricos y poderosos.

 

Para Enrique Kraus y Aguilar Camín, historiadores oficiales del periodo neoliberal, consideran que la historia “oficial” contada en los libros de texto gratuito y descrita en los discursos “populistas” y nacionalistas del gobierno, es un estorbo para el avance e instauración de una democracia moderna en el siglo XXI.

 

Aguilar Camín da en detalle sus argumentos en los tres tomos de libro “Nocturno de la democracia mexicana”, que publicó en 2018, al final del gobierno de Peña Nieto. Su devoción por la objetividad histórica, tiene pies en su inocultable compromiso ideológico y mercantil con el proyecto nacional neoliberal que sembró Miguel de la Madrid en 1982 e impulsó Salinas de Gortari a partir de 1988.

 

El desdén e ignorancia de la historia patria que han exhibido sin pudor Fox y los conservadores que hoy son oposición y minoría, anhela quitar de la mente de los mexicanos la conciencia de la unidad que han tenido los movimientos sociales populares para construir un modelo de nación, democrática, igualitaria, independiente y soberana.

 

En 2006, Fox a punto de terminar su mandato, realizó la conmemoración del 13 de septiembre, bajo la presión popular por elección cuestionada de Calderón. Desde el monumento a los Niños Héroes, se podían escuchar las consignas de las multitudes de seguidores de López Obrador que estaban acampados en el Paseo de la Reforma.

 

El gran acto cívico que cada año congrega a los titulares de los tres poderes, a los representantes de las fuerzas vivas de la nación y a los ciudadanos que deseen asistir, en ese último año de gobierno foxista, se hizo bajo severas restricciones del Estado Mayor Presidencial, para impedir el acceso del pueblo al Altar de la Patria.

 

El discurso de Fox fue breve y simple, siempre sin mencionar el papel de EEUU en la batalla de 1947, en que fueron asesinados los Niños Héroes y apresados los sobrevivientes. Y en el despojo en 1948, de la mitad de nuestro territorio mediante el Tratado de Guadalupe-Hidalgo, llamado eufemísticamente de “Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo”.

 

De manera inédita, Fox dio subrepticiamente espacio para que, blindado por batallones militares y caminado por una alfombra roja, su sucesor electo Felipe Calderón, rindiera homenaje a los Niños Héroes y pronunciara un discurso en el que afirmaba que lo que hacia falta, era la unidad de los mexicanos para luchar contra los enemigos de la patria, en los que enlistó a “la miseria, la desigualdad, el desempleo y, sobre todo, la inseguridad y la amenaza de la delincuencia organizada”.

 

En esta última mención estaba precisamente la clave para entender, desde entonces, lo que seria el eje de su gobierno: la guerra contra la delincuencia organizada.

 

La historia nos mostraría que no pudo o no quiso vencer a ninguno de los enemigos que mencionó en el marco de esa fundamental celebración patria.

 

Pero es el ritual patrio de la noche del 15 de septiembre, cuando acompañando al jefe político en turno que tañe una campana como lo hizo a Miguel Hidalgo y Costilla hace más de 200 años, que se expresa abiertamente la poderosa fuerza que late y se agita en lo profundo de la memoria y emoción colectiva de mexicanos, gritando a todo pulmón ¡Viva México!

 

Desde luego, no se trata solo del ánimo festivo de los mexicanos, sino su disposición a la acción masiva para la lucha social, tal como ha quedado demostrado en diversos momentos críticos de la historia de México, como los de junio de este año en que votaron de manera contundente a favor de la continuación del proyecto de la 4T, y que en estos días se ha concentrado en la Reforma del poder judicial.

 

Lo que pasará en los siguientes años, es en alto grado incierto, pero lo que es seguro es que en el ánimo de los dirigentes y de los mexicanos que apoyan este movimiento social del México del siglo XXI, se agitan las poderosas ideas-fuerza de la historia patria, esa que incomoda, estorba, molesta e intimida tanto a los que sin éxito han pretendido borrarla del alma nacional. Hoy la visión de los vencidos, se vuelve hegemónica, cuenta y hace valer su memoria y su sentir.

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