Con el asesinato de Hasán Nasrala, líder del grupo libanés Hizbulá, por Israel y la decapitación de su cúpula, el Líbano se asoma a un afilado acantilado. Grandes potencias aprovecharán la oportunidad para reconfigurar el país ante un posible debilitamiento de la formación chií, un plan que podría crear un nuevo caos.
«Somos un poco como un pollo sin cabeza en este momento, en un Estado extremadamente débil. Completamente desmantelado, así que algunos grupos van a tratar de tomar el control (…) Probablemente habrá un montón de personas influyentes, de operaciones y de oportunidades para construir una nueva estructura de poder», afirmó a EFE el analista en seguridad y política libanesa, Georges Haddad.
Una fuente diplomática europea, que pidió el anonimato por la sensibilidad de este tema, señaló a EFE que «está claro que dentro del Gobierno libanés esta es la oportunidad que tienen que tomar, que tienen que reformar y que tienen elegir un presidente. Hay ganas y conciencia de la gravedad de la situación».
El Líbano lleva dos años sin presidente, por lo que el Gobierno -encabezado por Najib Mikati- es aún interino. Pero el presidente del Parlamento, Nabih Berri -quien lidera el partido Amal, cercano a Hizbulá-, lleva 32 años en ese puesto. Y todo en un crisol de 18 sectas religiosas que conviven -o intentan convivir- en el país mediterráneo.
Por otro lado, el brazo político de Hizbulá tiene una fuerte presencia en el Parlamento libanés y su lado armado controla de facto el este y sur del país, una influencia aupada por su labor -especialmente social- durante la guerra de 2006 contra Israel, ya que el grupo hizo lo que el Estado no, que falló ante una población devastada por el conflicto.
Injerencia extranjera, «una receta» para el caos
«Estoy 100 % seguro de que la comunidad internacional, especialmente países generalmente cercanos al Líbano, como Francia, Italia, el Reino Unido, EE.UU., los países del Golfo, intentarán aprovechar la oportunidad para tratar de alcanzar nuevas alianzas entre ellos (…), pero también forjar nuevas alianzas dentro de la escena política libanesa», dijo Haddad.
«El despliegue del ejército, la reestructuración y reforma de las instituciones estatales del gobierno y presionar para que el Estado funcione» son los puntos que se discuten «a puerta cerrada», aseveró, aunque todo dependerá de la «escalada de Israel» en el Líbano, que se intensificó la semana pasada y donde se teme que comience una invasión en el sur del país.
¿Pero qué pasaría si el Líbano se reconfigura a través de tentáculos extranjeros? Para el analista Sam Heller, de Century International -centro de política exterior del think tank estadounidense The Century Foundation y con base en Beirut-, «si las potencias extranjeras deciden unirse a las fuerzas políticas libanesas para tratar de imponer una nueva configuración política interna libanesa a costa de Hizbulá, entonces es una receta para el conflicto civil».
Esto recordaría a la guerra civil libanesa (1975-1990), que derivó -a grandes rasgos- de las tensiones entre la población cristiana y musulmana, y acabó con la destrucción del país y la muerte de un número que llegó a las seis cifras, así como la segregación en barrios que pertenecen a un grupo o a otro.
La fuente diplomática europea coincide con esta afirmación: «Estamos viendo señales positivas por parte de líderes libaneses condenando el ataque (a Nasrala) y llamando a la unidad nacional. Estamos en un momento delicado que puede derivar en reyertas y discursos sectarios, y ciertos actores pueden beneficiarse de estas narrativas, y crear más caos y desinformación».
Hizbulá y el después de Nasrala
32 años de liderazgo del carismático Nasrala acabaron de un solo golpe en Beirut el pasado viernes. Desde ese momento se han abierto muchos escenarios para el grupo, todos muy inciertos y extremadamente volátiles. Eso sí, no admitirán la derrota, coincidieron los expertos.
Como aseguró Heller, una de las opciones es que la formación se una a Estados Unidos para negociar un acuerdo con Israel «a costa de sus seguidores», un tema que se aborda actualmente en Nueva York con Francia y Estados Unidos a la cabeza de las conversaciones en las que pretenden una tregua de 21 días.
Los escenarios dependen «de lo que los israelíes decidan hacer a continuación y de cómo ellos definan sus objetivos en el Líbano», afirmó, aunque también de Irán.
«Puede que tomen una decisión táctica de supervivencia de bajo perfil (…) Las próximas 48 horas son cruciales», indicó la fuente europea.
«Estamos en un cruce de caminos. No sabemos si la milicia de Hizbulá se debilitará totalmente. Ni tampoco si Irán, en caso de que opte por no ir a una guerra total, decida sacrificar a su aliado», sentenció.
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