A cierta edad uno se da cuenta que ya es hora es regresar a la sociedad lo mucho que ha contribuido en su formación como individuos, no como seres grupales, sino a partir de una individualidad que se reduce a ti nada más, donde no influyen los demás, y donde se manifiesta toda tu capacidad reflexiva, lejos de la crítica fácil que nos conduce al mismo punto de partida como seres grupales.
Hace algunos años una maestra en la universidad preguntaba si para los escritores no resultaba más fácil escribir con un lenguaje sencillo donde todos pudiéramos entender y ahorrarnos el fastidio de leer cosas que no entendíamos, ¡exacto! todos nos formamos en esa fila; todos aprobamos esa excelente propuesta, pero años después comprendimos que la vida no está diseñada para llevarnos siempre por caminos sencillos.
El anquilosado sistema educativo nos ha llevado precisamente de lo dulce a lo amargo, sin embargo, no es el único responsable de la educación que hemos recibido, hay otra educación más poderosa: el currículum oculto, lo no establecido en los manuales.
Ahí en el currículum oculto, se encuentran todas las costumbres, leyes, creencias, tabúes, paradigmas, y prohibiciones, que la misma sociedad nos impone a fuerza de la rutina.
Pero nadie nos instruye en el conocimiento de la sociedad, nadie nos dice por ejemplo, que la gente nos presiona sin proponérselo, sólo nos sentimos juzgados y rechazados cuando no usamos los colores que están destinados para que lo usen las niñas