EL PODER DE LA EDUCACIÓN
Por: Eusebio Ruiz Ruiz.
Varias décadas estuve dedicado a la docencia en distintas instituciones, pude ser testigo de que la buena educación transforma a los chicos en personas de bien, también puedo decir que cuando la educación no es la adecuada produce frutos muy amargos.
En el mes de abril me reuní con una generación de exalumnos, hace 30 años compartimos el aula, al final de la reunión uno de ellos agradecía la educación brindada, con la mano señalaba a sus compañeros y me decía: “Mire, todos somos personas de bien, eso se lo debemos a nuestros padres y a ustedes, nuestros maestros”.
Estamos viviendo tiempos muy violentos, parece como si la paz estuviera escondida.
La violencia se derrumba con educación: “Eduquen a los niños y no tendrán que castigar a los hombres”, dijo Pitágoras seis siglos antes de Cristo; mientras que en el libro sapiencial de los Proverbios se lee: “Instruye al niño en mi camino y aun cuando fuere viejo no se apartará”.
Se cuenta que el legislador griego Licurgo fue invitado a dar una exposición sobre la educación.
La invitación fue aceptada, pidió un espacio de seis meses para prepararse.
El plazo que pidió causó extrañeza, todos sabían que el legislador tenía la capacidad de exponer en cualquier momento sobre el tema que le pidieran, por capaz lo habían invitado.
Pasaron los seis meses, todo estaba listo. Subió a la tribuna, enseguida entraron los criados portando cuatro jaulas, en cada una había un animal: Dos liebres y dos perros.
A una señal, uno de los criados abrió la puerta de una de las jaulas, una pequeña liebre blanca salió y corrió espantada; luego el otro criado abrió la jaula en que estaba uno de los perros, éste salió en desesperada carrera a la captura de la liebre, la alcanzó con destreza y la destrozó rápidamente.
La escena disgustó a todos.
Nadie conseguía entender lo que Licurgo deseaba con tal agresión.
El legislador griego no dijo nada.
El perro agresor fue introducido a su jaula.
Volvió a repetir la señal establecida y la otra liebre fue liberada. También fue liberado el otro perro.
En el primer instante, el perro embistió contra la liebre. Sin embargo, en vez de destrozarla la tocó con la pata y ella cayó. Luego se levantó y se puso a jugar, para sorpresa de todos, los dos animales demostraron tranquila convivencia, saltando de un lado para otro.
Licurgo dijo:
“Señores, acaban de asistir a una demostración de lo que puede la educación. Ambas liebres son hijas de la misma madre, fueron alimentadas de la misma manera y recibieron los mismos cuidados. Así, igualmente, los perros. La diferencia entre ellos reside simplemente, en la educación”.
Continuó vivamente su discurso diciendo las excelencias de eso que hoy llaman “proceso educativo”:
“Debemos educar a nuestros hijos, esclarecer su inteligencia, pero, ante todo, debemos hablar a su corazón, enseñándole a despojarse de sus imperfecciones. Si eso se ha podido hacer con animales con solo dominar su instinto, cuánto más no se podrá hacer con las personas. Recordemos que la sabiduría por excelencia, consiste en volvernos mejores”.
En este mundo tan violento una educación integral es sumamente importante.
Un hijo, o un alumno, “chifladito”, sin educación, es un peligro.
Wolfang Borchert, actor y escritor alemán, en uno de sus escritos antibélicos decía:
“Érase una vez dos hombres.
Cuando tenían dos años, se pegaban con sus pequeños puños.
Cuando tenían doce, se pegaban con palos y se tiraban piedras.
Cuando tenían veintidós, se insultaban y disputaban las chicas.
Cuando tenían treinta y dos se peleaban por el dinero y por el puesto en el trabajo.
Cuando tenían cuarenta y dos, se disparaban con fusiles.
Cuando tenían sesenta y dos, utilizaban cañones y bombas.
Cuando tenían setenta y dos se odiaban a muerte e instigaron a otros a guerrear por ellos.
Cuando tenían ochenta y dos, se murieron.
Fueron sepultados uno junto al otro.
Cuando, cientos de años después, una lombriz se abrió camino comiendo entre sus tumbas, no se dio cuenta de que allí estaban enterradas dos personas distintas.
Era la misma tierra.
Todo era la misma tierra”.
Si al menor no se le educa en favor de la paz, nadie sabe hasta dónde llegará cuando sea adulto, seguramente no habrá buenos frutos, peor aún si se le festejan las palabras soeces, rabietas y caprichos.
Los hechos violentos en nuestro País se han convertido -lamentablemente- en el diario vivir, estados completos están bajo el yugo del crimen organizado y súmele las guerras en el mundo, son hechos que gritan la urgente necesidad de una buena educación.
Familia, escuela, iglesias, medios de comunicación, gobiernos, todos debemos educar para tener un mundo que practique el valor universal de la paz, no hay de otra. Educamos o nos resignamos a mal vivir o a morir antes de tiempo en las manos de los amantes de la violencia.
Nelson Mandela escribió: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”, y nuestro mundo debe cambiar, urge el cambio.
El activista por la paz William Soto Santiago afirma: “Se educa para la paz o para la guerra, para el bien o para el mal”, por eso se debe tener cuidado al educar, el qué y el cómo se transmite la educación son importantes.
Educar nuestro físico sin lugar a duda es bueno, fortalecer y moldear el cuerpo es necesario para conservar la salud; prepararnos académicamente, educar nuestro intelecto es indispensable en la vida; esto nos habla de disciplina y de buenos hábitos, pero, no basta, también el espíritu se educa, de lo que se está lleno internamente es lo que transmitimos al exterior: “De lo que está lleno el corazón habla la boca”, dice el dicho popular.
¡Cuidado! con los que se preocupan únicamente por su cuerpo, se pueden volver narcisistas, el narcisismo es un peligro.
¡Cuidado! con quien solamente se preocupa por su intelecto, posiblemente utilizará sus conocimientos para dañar; ni como negar la preparación académica de varios gobernantes actuales, sin embargo, ponen en peligro a naciones enteras o a toda la humanidad.
¡Cuidado! con los que no se preocupan ni por su cuerpo ni por su intelecto ni por su espíritu, son los títeres movidos por otros, que les darán piedras, palos, picahielos, tijeras, pistolas, armas de alto poder…, cometerán salvajadas, son la carne de cañón, de estos tenemos muchos, son los utilizados por los líderes de las organizaciones criminales.
Cuidemos que la educación sea física, intelectual, científico – técnica, afectiva y sexual, moral, psicológica, cívico – social, religiosa, estética, ecológica…, si no podemos educar busquemos la ayuda adecuada.
Los primeros responsables en la educación de los hijos son los padres de familia. La escuela, la religión y el Estado podrán hacer lo que les compete, pero si fallan los que libremente quisieron fundar una familia, entonces no podemos esperar buenos resultados. En los hogares no debe haber ningún espacio para cualquier tipo de violencia.
Si vivimos en una continua violencia -sobra decir que las medidas para controlarla han fallado- es porque en el pasado y en el presente se ha ignorado la importancia de la educación familiar, escolar y religiosa.
Es la hora de volver a practicar la reverencia a Dios, el amor a la Patria, los valores universales, cívicos, morales, religiosos y noéticos, hacer realidad los buenos modales… Formemos a hombres y mujeres de bien, buenos ciudadanos. Si tenemos interés en superar tanta barbarie no podemos quedarnos como si nada pasara.
La buena educación elimina la violencia, al menos la reduce notablemente.
La paz no es una utopía, es un derecho inalienable para todos los seres humanos.








