CUANDO TODO CAMBIA, PARA QUE NADA CAMBIE
Columna: Conciencia Ciudadana
Por: Luis Armando Gonzalez Isas
A veces la política mexicana se parece a esas puertas giratorias de los hoteles antiguos: mucha vuelta, mucha prisa, pero los que entran y salen son siempre los mismos. Esta semana, tres episodios distintos en Tamaulipas, Michoacán y la esfera nacional lo confirman con una precisión casi quirúrgica.
Empecemos por Tamaulipas. El Gobernador ya mandó al Congreso local la lista final o sea la terna de aspirantes a la Fiscalía General: dos hombres y una mujer, sus nombres Marisol Ivette Borja, Eduardo Govea Orozco y Gilberto Alarcón Benavidez, sus trayectorias son que nacieron y crecieron dentro del mismo aparato gubernamental. No es sorpresa, pero sí un mensaje. A la Fiscalía, que debería ser el contrapeso del poder, están por ponerle a alguien formado bajo la misma lógica que la institución dice querer corregir. Experiencia sobra, claro, pero la renovación luce más como una transición administrada que como una sacudida profunda. Nadie externo pasó el filtro, y eso siempre abre preguntas incómodas: ¿fue falta de perfiles o falta de voluntad?, pienso yo que lo más saludable hubiera sido un ciudadano que estuviera fuera del aparato gubernamental con basta experiencia jurídica, pero sobre todo con mucho valor para cambiar lo que no han podido cambiar en esa dependencia durante muchos años.
Mientras tanto, en Michoacán, la política se incendió por un comentario que nunca debió salir de un micrófono. Gerardo Fernández Noroña arremetió contra Grecia Quiroz, alcaldesa de Uruapan y viuda de un alcalde asesinado. En un país que vive atravesado por la violencia política, insinuar que una mujer utiliza el homicidio de su esposo para avanzar en su carrera no solo es una falta de respeto: es una irresponsabilidad. Las reacciones en el Senado fueron inmediatas, y con razón. Pero detrás del ruido hay algo más grave: la facilidad con la que algunos actores descalifican a quienes exigen justicia, sobre todo si cuestionan a figuras de su propio partido.
Y mientras nos distraemos entre señalamientos y descalificaciones, desde España o desde donde decida instalar su oficina política temporal Felipe Calderón vuelve a tantear el terreno. No puede ser presidente, eso lo define la Constitución sin margen de interpretación, pero sí puede regresar por otra vía. Una diputación, un cargo local o algún rol de dirección dentro del PAN. El partido vive una etapa de reacomodo y Calderón quiere ver si la puerta sigue abierta. Lo curioso no es su intención que es legítima, sino que el PAN siga mirando hacia atrás en busca de respuestas, como si el futuro fuera una repetición ordenada del pasado.
Tres historias distintas, un mismo resultado: las instituciones se mueven, los discursos se crispan, los actores reaparecen… pero la estructura permanece intacta. La política mexicana cambia de nombres, de tonos y de pleitos, pero rara vez cambia de dinámica.
Lo preocupante no es que se repitan los rostros, sino que se repitan los métodos. El país vive un momento que exige sacudidas serias, decisiones valientes y una clase política capaz de mirarse al espejo sin maquillaje. Pero, al paso que vamos, parece que seguimos atrapados en esa vieja puerta giratoria donde todo se mueve para que nada realmente se transforme.







